Opinión

Golf: de problema inventado a solución real
Emilio Utrabo. Periodista.

Durante los cuatro últimos decenios Andalucía ha sufrido una política de demonización del golf, desde tribunas pseudoconservacionistas, con gran influencia sobre el poder político. Hoy, gracias a geógrafos, científicos y técnicos en agricultura, el golf se presenta como uno de los mejores contribuyentes contra el cambio climático por su capacidad para absorver dióxido de azufre y para almacenar CO2. Y, como siempre, el mejor instrumento para combatir la mayor plaga del turismo mediterráneo, la estacionalidad.

Este campo de golf de Marbella termina justo donde empieza la playa (sin invadirla, claro). Y para su riego se utiliza agua reciclada, aguas negras depuradas. Tiene construidas 15 viviendas por hectárea, frente a las 60 de media de la Costa Mediterránea. Pero la “política oficial” de la Junta, hasta ahora, es que NO SE PUEDEN PERMITIR los campos de golf porque destruyen el paisaje y no son más que excusas para la especulación. Gracias a los campos de golf, Marbella, Benahavis y Estepona son un oasis en la mayor enfermedad turística: la estacionalizacion, que concentra en los meses de verano la mayor parte del gasto turístico. Por si no fuera suficiente beneficio, cada propietario de vivienda en campo de golf (70 % extranjero), pasa sus vacaciones en España, o la alquila o presta a connacionales. 

A pesar de que cada hectárea de golf genera los mismos puestos de trabajo que una hectárea de invernadero, y un 50% más de valor añadido, los ecologistas exquisitos, gente que tiene un empleo garantizado, generalmente, público, han conseguido demonizar el golf. Obviando a la vez los gravísimos problemas generados por la agricultura bajo plástico: en primer lugar, la explotación y formas de vida degradada de la población africana que trabaja en ellos. En segundo lugar, el uso masivo de pesticidas para combatir las plagas. En tercer lugar, su contribución al calentamiento de la atmósfera. En cuarto lugar, la acumulación de residuos plásticos y químicos que se han de tratar. 

A pesar de las evidencias científicas, y las consecuencias económicas y sociales que suponen elegir entre un medio de creación de empleo y riqueza u otro, la propaganda pseudoprogresista, ha conseguido que, desde 1.998 no se haya construido un sólo campo de golf en Andalucía, mientras que en el mismo periodo la superficie de invernaderos ha aumentado un 40%. Los atrasados portugueses, han aprovechado el arcangelismo, la ignorancia de los Gobiernos andaluces y la presión de las confortables élites medioambientalistas, para duplicar en ese periodo sus campos de golf, atrayendo a los 30 millones de jugadores centro europeos, que a su vez, son el segmento turístico de mayor capacidad de gasto y el principal segmento antiestacional, junto con el turista cultural.   

Si se me permite la parodia con el felón rey Fernando VII, “sigamos todos juntos y yo el primero, despreciando el turismo, dejándolo morir a base de prohibiciones pseudomediambientales, y soñemos,  – también todos juntos-, con una imaginaria reindustrializacion de Andalucía. Sueño utópico donde los haya, en un mundo globalizado, en el que la industria es, sobre todo, una actividad de ensamblaje de los elementos que se producen fuera de Europa.

Ojalá los 800 km. de Costa de Andalucía estuvieran ocupados por campos de golf como éste de Marbella. Habríamos librado a nuestro litoral de la maldición de millones de viviendas situadas en el rompeolas, para ser ocupadas dos o tres meses al año. Hemos destruido nuestro paisaje más valioso sin aportar más que la riqueza efímera de los puestos de trabajo necesarios para la construcción de esos muros de ladrillo, sin aportar valor añadido, y ahuyentando, además, a los turistas de mayor capacidad de gasto. Cada vez que oigo oponerse a un pseudo ecologista a un campo de golf de 15 viviendas por hectárea sólo le pediría dos cosas: que me mostrara su nómina, y que me respondiera donde estaba hace 40 años cuando se acabó de cementar la Costa andaluza. 

La mismas dos preguntas le haría a los políticos que en los últimos 30 años se pegaron a la presión de los ignorantes “ecologistas de salón”, que incluso ignoran que los escasos campos de golf de Andalucía se han convertido en el refugio de aves, pájaros y mamíferos que se han quedado sin hábitat por el avance incontrolado de los cultivos bajo plástico.

 

Redacción Touristic News

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